La junta directiva y los accionistas

¿Cuáles son algunas dimensiones y buenas prácticas en la relación entre los accionistas y la junta directiva de una empresa?

La relación entre los accionistas de una empresa y su junta directiva es un eje fundamental para el buen gobierno corporativo. Las dimensiones de dicha relación son diversas y la formalidad por la cual está regida puede variar entre organizaciones.

Los accionistas se relacionan con la junta directiva en tanto tienen la potestad de elegirla. Esta es una de sus responsabilidades más importantes frente a la empresa, entre otras razones porque será la junta que nombren la que definirá a su vez al gerente de la organización. Los accionistas necesitan, por lo tanto, garantizar que cuentan con una junta competente y comprometida con su compañía, que interprete fielmente la filosofía empresarial y expectativas de los propietarios para que, desde ellas, enfoque su gestión y oriente a la gerencia. 

Además, tienen la responsabilidad de evaluar la gestión de su junta directiva, así como entender las necesidades coyunturales de la compañía y su gerencia, bien para ratificarla o reestructurarla. Las buenas juntas, más allá de resultados financieros de corto plazo, desarrollan empresas sostenibles en el mediano y largo plazo, bien reputadas, operando a un nivel de riesgo compatible con el tolerable por sus accionistas, y son motivo de satisfacción y tranquilidad para estos últimos. 

Otra dimensión de relacionamiento aparece cuando los accionistas se hacen parte de la junta directiva. En organizaciones con un gobierno corporativo maduro esta dimensión suele operar apropiadamente. No siempre es así en aquellas empresas donde tal relación se da de una manera más informal o desestructurada. Ser accionista no debería ser condición necesaria o suficiente para estar en la junta directiva. Idealmente, a esta deben designarse miembros por razones de competencias y pertinencia para las necesidades de la empresa, criterios que son de utilidad para que los accionistas mismos, a conciencia, determinen si son ellos los mejores candidatos para integrarla. Contar con los accionistas adecuados en la junta tiene ventajas por su conocimiento de la compañía y la legitimidad que aportan a ese órgano frente a partes interesadas, por los aportes estructurados para darle dinámica a la toma de decisiones y el alto sentido de pertenencia que imprimen al actuar del directorio. 

Así mismo, implica riesgos la llegada a la junta de los accionistas equivocados, bien por su falta de imparcialidad entre los intereses de la empresa y los propios, por sus eventuales conflictos de interés, o debido a sus sesgos y apegos radicales que entorpecen las conversaciones de los directores. Hay dos riesgos profundos adicionales: el del accionista, que en el escenario de la junta directiva asume el papel de accionista, y el de los accionistas que convierten la junta en el escenario para debatir y administrar los conflictos entre ellos. Los buenos propietarios saben que su rol en la asamblea de accionistas es diferente al de miembro de junta, que esta no puede convertirse en una asamblea permanente, y que no le corresponde a la junta administrar los conflictos entre accionistas. Los miembros de junta independientes aportan valor significativo en estos escenarios.

Una máxima siempre dará luces a esta relación interesante y compleja entre los accionistas con su junta directiva y la empresa: “lo que es bueno para el accionista, no siempre es bueno para la empresa. Lo que es bueno para la empresa, siempre será bueno para el accionista”.

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