Estrategia personal: ¿Cómo escoger los objetivos de corto plazo?

Nuestra estrategia personal determina criterios para escoger objetivos de corto plazo. Ella define filtros pragmáticos que, sumados a otros más intuitivos, nos ayudan a enfocar para vivir una cotidianidad con sentido. 

Estrategia es sinónimo de hacer escogencias, de enfocarse y renunciar. Las conversaciones estratégicas en las organizaciones son colectivas, incorporan numerosos puntos de vista, cuentan con la presencia de diversidad de decisores con distintos niveles de autoridad, y en ocasiones son guiadas por expertos. En contraste con lo anterior, las conversaciones respecto a nuestra estrategia personal son individuales, toda la autoridad está concentrada en una persona y somos el experto que la guía. Al menos así suelen comenzar.

Las conversaciones estratégicas nos permiten plantear objetivos. Las metodologías para definir objetivos abundan, y quizás en menor proporción aquellas para escogerlos. En el proceso de escogencia de objetivos personales una de las tareas más complejas es hacer renuncias, es decir, identificar aquellos objetivos de los cuales desistiremos para ponerlos, definitiva o temporalmente, a un lado.

En esta época del final del año, de balances respecto a lo logrado y lo pendiente, y de definición de metas de futuro, el ejercicio de revisar el inventario de objetivos para el corto plazo, y de escoger a cuáles renunciar, puede ser interesante para aliviar en algo la fatiga que genera cargar con una extensa lista de intenciones respecto a las cuales no hemos tenido ningún avance reciente para materializarlas. Acumular año tras año lo incumplido, con la esperanza de tender algún día tiempo para hacerlo, pareciera un ejercicio sin mucho sentido estratégico.

El punto de partida para hacer la escogencia de objetivos de corto plazo, por ejemplo, para los 12 meses siguientes, es tener una mediana claridad sobre la que consideramos es nuestra estrategia personal. Un primer elemento en ella es nuestra razón o propósito de vida, es decir, nuestra misión, aquel universo de asuntos que nos importan y nos mueven, esos para los que nos despertemos todos los días y que dejarían de suceder si no existiéramos. En esta definición tenemos un primer filtro para empezar a escoger (en el ámbito personal, puede interesarle leer Propósito profesional: indicios de su hallazgo y en el empresarial, La importancia del propósito empresarial). Para identificar ese listado de asuntos, y procurar darle forma a nuestra misión, es útil una herramienta simple denominada la “rueda de la vida”. En ella aparecen dimensiones como el desarrollo personal, la familia, los amigos, la relación de pareja, la diversión, la salud, el trabajo y las finanzas. Por supuesto que es factible incluir tantas dimensiones como cada quien considere adecuado. Elementos en esas dimensiones son los que nos mueven en la cotidianidad de nuestra existencia. Al igual que sucede con la estrategia que hacemos para las empresas, los individuos podemos avanzar, dentro del marco de nuestra misión, a definir una aspiración o visión que imaginamos, eso que deseamos lograr en el largo plazo, algo así como la vida que soñamos haber vivido al situarnos muchos años en el futuro. Los rasgos característicos de la arquitectura de esa vida vivida estarán en mayor o menos proporción concentrados en aspectos como los mencionados en la rueda de la vida. Esa visión y objetivos de largo plazo, que son coherentes con nuestra razón de existir en el presente, son un segundo elemento de nuestra estrategia, y un segundo filtro para elegir objetivos.

Tener idea de esos objetivos de largo plazo es interesante, pero más aún lo es tener claridad sobre los objetivos a mediano plazo, a 3 o 5 años vista, a manera de “metas volantes” que debemos lograr de camino a conseguir esas grandes aspiraciones. Esos objetivos, claramente planteados, se convierten en nuestras prioridades estratégicas, es decir, aquellos qué, si enfocamos nuestros esfuerzos y los conseguimos, nos acercan a lograr las aspiraciones mayores dentro del marco de referencia compuesto por aquellos elementos que explican nuestra misión o razón de existir.

Las prioridades estratégicas son el tercer elemento de la estrategia, y otro filtro para definir objetivos de corto plazo, que se suma a la definición de la misión individual, el primero, y al establecimiento de una aspiración a partir de objetivos de largo plazo en distintos ámbitos personales, el segundo.

Así, por ejemplo, si un elemento de nuestra misión es ser padres, y aspiramos a compartir la vida con nuestros hijos por tantos años como sea posible, necesitamos contar con buena salud. Cuidar o construir esta última, en caso que no gocemos de ella, es una prioridad estratégica ya que es un habilitador para conseguir esa aspiración de largo plazo alineada con ese ingrediente de nuestra razón de existir. En este ejemplo aparecen los tres filtros: lo que me mueve (ser padre), lo que quiero lograr en el largo plazo (haber acompañado muchos años a mis hijos), y lo que debo priorizar en el corto y mediano plazo para conseguirlo (cuidar la salud). De ello se deriva que comer y dormir bien, hacer ejercicio, visitar el médico preventivamente, y dejar el cigarrillo, sean ejemplos de objetivos estratégicos de corto plazo para este caso. Si logramos estos últimos, estamos dando pasos en la dirección correcta respecto a nuestra aspiración de tener buena salud en 3 años para alcanzar nuestro deseo de largo plazo, alineado con el desarrollo de nuestra misión. Objetivos de corto plazo son también, por ejemplo, leer libros que contribuyan a nuestro desarrollo personal, ahorrar para un viaje, aprender un nuevo idioma para acceder a oportunidades académicas o profesionales en el mediano plazo, tomar cursos sobre temas relevantes para nuestra aspiración, iniciar la práctica de algún deporte para divertirnos, o vincularnos más a fondo con un hobby. Un objetivo típico de corto plazo es utilizar el tiempo de una manera más balanceada entre las distintas dimensiones que nos interesan.

La reflexión sobre nuestra estrategia nos permite la construcción de estos tres filtros como una primera herramienta elemental para depurar los extensos listados de metas y deseos, muchos de los cuales con certeza no pasan de ser “caprichos” no estratégicos en tanto no nos acercan a conseguir nada de lo que identificamos como verdaderamente importante desde nuestra misión o aspiraciones. Ahora bien. Aun después de hacer un ejercicio metódico como este, aparece un número amplio de objetivos estratégicos de corto plazo que, pese a ser todos legítimos, no es factible atender en un período de tiempo tan breve como un año. Este es el punto más crítico de la escogencia en tanto se hace indispensable renunciar por razones que trascienden la estrategia personal formulada y que tienen que ver más con la limitación de nuestras propias capacidades y recursos.

Un filtro que aporta pragmatismo, adicional a los anteriores, tiene que ver con los recursos que tenemos disponibles, dentro de los cuales se incluye el tiempo. Los objetivos estratégicos compiten por recursos entre sí. Es recomendable privilegiar aquellos para los cuales estamos mejor preparados, contamos con los recursos para abordarlos, son de menor complejidad e incertidumbre, no implican una alta pérdida de flexibilidad para la búsqueda de otros objetivos en simultánea, y nos ofrecen un costo de oportunidad favorable, es decir, el lograrlos nos acerca más a las metas de mediano plazo que otros que dejamos aplazados.

Finalmente, una herramienta interesante para filtrar, una vez llegamos a este punto, es el llamado “sentimiento moral”, herencia de Aristóteles. El filósofo consideraba que todos venimos equipados de una especie de simulador de emociones, con diferente “software” para cada uno, útil para afrontar decisiones éticas, aquellas que obligan a distinguir entre lo que está bien o mal, e igualmente para identificar nuestras preferencias en cuanto a fuentes de bienestar, entre otras funciones. Al pasar el paquete de objetivos estratégicos por este filtro moral, procedemos a preguntarnos la consecución de cuales de ellos nos generaría mayor satisfacción y plenitud. Los que nos resulten más interesantes deben ser los objetivos escogidos. Para algunos sonaría como algo caprichoso, pero ya todos probaron ser estratégicos y, finalmente, se trata de nuestra propia vida. En este filtro ponemos a funcionar nuestra intuición al servicio de un proceso que, tal como se ha descrito, pareciera racional. Sin embargo, me animo a afirmar que, en lo personal, la estrategia es un proceso altamente intuitivo al cual precisamente le agrega valor ponerle un tanto de método.

Una vez definidos los objetivos de corto plazo, utilizando los filtros acá mencionados u otros que nos ayuden a escoger, bien vale la pena escribirlos para revisar periódicamente el avance logrado, al menos una vez al mes. Construir rutinas alrededor de lo que debemos hacer a fin de movernos para conseguir estos objetivos de corto plazo es otra herramienta útil. Dado que estrategia es lo que hacemos, no lo que simplemente decimos, el uso de nuestro tiempo debe reflejar el foco en esos objetivos de corto plazo que se corresponden con nuestras prioridades estratégicas, las cuales a su vez están alineadas con nuestra gran aspiración de largo plazo desde aquello que identificamos es nuestra misión personal.

Los individuos, a diferencia de las empresas, tenemos más libertad de hacer cambios drásticos en nuestra misión, aspiraciones y prioridades estratégicas. Por ello, tener espacios de reflexión para validar si persistimos en nuestra estrategia es importante, y así desde los ajustes a esos tres elementos básicos de aquella podemos mantener al día, alineados y vigentes, nuestros objetivos de corto plazo.

Una reflexión fundamental: en estrategia, empresarial o personal, aplica la famosa frase de Leonardo Da Vinci: “La simplicidad es la mayor sofisticación”. Un listado de objetivos de corto plazo concreto y sucinto, bien pensado desde lo que somos y aspiramos, es suficiente. Llenarse de objetivos, sin estrategia ni balance, es un camino seguro al descontento. Un ejercicio como este, al igual que tantos otros, busca apenas identificar focos para recorrer la cotidianidad con sentido, y pasar la vida en el estado de mayor bienestar y satisfacción posible avanzando con entusiasmo hacia lo que verdaderamente aspiramos desde lo que somos. No se trata entonces de definir un libreto donde ajustamos los medios a los fines, sino más bien de identificar motivaciones profundas alrededor de las cuales construyamos nuestro estilo de vida.

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