¿Cómo generar confianza para cooperar de inmediato? Siete lecciones de niños para adultos

Los adultos siempre hemos sabido que los niños tienen mucho que enseñarnos. Y en efecto lo hacen, tanto por lo que observamos como por lo que nos permiten descubrir en nosotros mismos cuando interactuamos con ellos.

Hoy tuve la oportunidad de observar el encuentro casual de dos niños que no se conocían, uno de ellos mi hijo de 6 años, en un lugar público diseñado para departir en familia con agradables espacios para el juego. Fuimos los primeros en llegar al sitio, y unos minutos después lo hizo una segunda familia, de la cual hacía parte un niño de 8 años. No pasaron más de 15 minutos, y los dos niños a los que hago referencia ya estaban jugando fútbol juntos (la foto del encabezado es precisamente parte de esta experiencia real).

Con algo de asombro observé como fluía velozmente esta nueva relación, con confianza y respeto, con agrado y entusiasmo. ¿Cómo lo lograron? ¿Qué hicieron para generar confianza en tan corto tiempo y empezar a cooperar de inmediato para divertirse? De mi observación y reflexión sobre este episodio tuve múltiples aprendizajes, desde los niños para los adultos, respecto a la que intuyo fue su fórmula para lograrlo. 

Objetivos claros

Estos niños tenían perfectamente claro lo que buscaban: divertirse jugando fútbol. Pareciera que rápidamente identificaron ese objetivo común, y con aquel en mente se acercaron sin dudarlo. Al verse por primera vez cada uno tenía su balón, y uno de ellos su uniforme y guantes de arquero. ¿Eran necesarias más señales? Quizás no. ¿Qué tanto deberíamos los adultos prestar más atención a las señales evidentes que, intencional o inconscientemente, otros nos plantean para identificar rápidamente objetivos comunes y avanzar juntos para conseguirlos?

Espontaneidad

Una vez claro que existe un objetivo común, es aparentemente más fácil abrirse para empezar a moverse hacia él, sin temor ni prevenciones. Acercarse al otro se convierte en un riesgo que bien vale la pena correr en tanto vamos a caminar juntos hacia el mismo lugar. “Estamos de acuerdo en lo que queremos hacer, empecemos ya, no hay tiempo que perder, en cualquier momento nuestras madres nos van a llamar para almorzar”, intuyo que eran frases que pasaban por la mente de los niños y alimentaban su sentido de urgencia. ¿Podríamos los adultos hacer un mejor trabajo mitigando nuestros temores e inseguridades para abrirnos de manera honrada y espontánea, arriesgándonos sin perder tiempo, en aras de avanzar con prontitud hacia el objetivo o incluso para evitar perder oportunidades de cooperar que nos generarían valor?

Empatía

Observar cuidadosamente en el otro sus gustos y competencias, sus ideas y forma de hacer las cosas, también pareciera clave para avanzar con velocidad en una relación accidental que encuentra un objetivo común en torno al cual cooperar. Estos niños, tan pronto entraron en contacto, se prestaron total atención, se hicieron preguntas y se contaron historias de fútbol. Se escucharon con curiosidad, y pareciera interesarles de verdad lo que estaba diciendo el otro. ¿Qué pasaría si los adultos reaprendiéramos a escuchar más y a pretender imponer menos sin antes tener claro el contexto completo en un asunto que involucra a otro?

Encontrar coincidencias

El secreto está en los detalles, dice una frase popular. Con el objetivo compartido claro, y en un ambiente de apertura y escucha, sigue siendo pertinente la pregunta: ¿Y qué más tenemos en común? “Nuestra camiseta es del mismo color, somos del mismo equipo”, comentó uno de los niños a su compañero, como diciéndole que esa coincidencia era un mensaje de premonición positiva para lo que se proponían hacer. ¿Nos ayudaría a los adultos notar y disfrutar más de las coincidencias simples, más allá de las de fondo, para fortalecer rápidamente la confianza y darle velocidad al avance con el otro hacia nuestros objetivos comunes?

Construir las reglas en conjunto

Jugar al fútbol entre dos personas requiere de nuevas reglas en tanto las tradicionales no aplican en su totalidad dado el número de jugadores. Este proceso creativo, de construcción conjunta de acuerdos, es clave para avanzar de manera expedita hacia el objetivo. Dar este paso es posible cuando el interés mutuo es claro y la relación ha iniciado desde la apertura, la empatía y la identificación proactiva de conexiones. Cuando el tiempo apremia, es clave construir unas reglas iniciales simples y enriquecerlas o mejorarlas ya sobre la marcha. ¿Podríamos los adultos avanzar más rápido hacia nuestros objetivos comunes recién descubiertos si dejáramos de imponernos la obligación de tener todas las reglas plenamente claras desde el principio?

Entender y aceptar que necesitamos al otro

Tenemos objetivos individuales, y muchos de ellos los podemos lograr sin la ayuda de otros. Sin embargo, hay objetivos que alcanzamos solo si contamos con el otro, o incluso que solo surgen cuando precisamente aparece el otro. ¿Cómo jugar a ser arquero si no tengo quien me lance el balón? La diferencia entre procurar divertirse jugando al fútbol solo y hacerlo con otro, así sea uno solo más, pareciera abismal. Hay momentos en los cuales esa presencia del otro cambia por completo y para bien nuestra situación. Reconocer esa necesidad del otro pareciera haber fortalecido la capacidad de empatía y la espontaneidad transparente que observé en los niños a lo largo del rato que compartieron. ¿Seríamos más efectivos los adultos generando confianza rápidamente si le diéramos un peso igual o mayor a la necesidad que sabemos nosotros tener de los demás respecto a la importancia que eventualmente damos a la necesidad que creemos que tienen los demás de nosotros

Poner el ego bajo control

En ningún momento de la interacción inicial entre estos dos niños que no se conocían, de 6 y 8 años, observé que el egoísmo o la egolatría se hubiesen interpuesto para avanzar, o incomodado el proceso, hacia el logro de su objetivo. Dada la importancia de lo que buscaban, su actitud predominante fue de colaboración y no de competencia. Dudo que se tratara de un ejercicio deliberado de control del ego por parte de seres humanos de esa edad, tal vez en ellos simplemente no es una amenaza crítica para socializar con éxito. ¿Cuántas veces como adultos hemos hecho más difícil o lento, e incluso impedido, el proceso de generación rápida de confianza por cuenta de nuestro ego descontrolado?

Pasadas dos horas desde el encuentro inicial, el objetivo había quedado cumplido a satisfacción de las partes y una buena oportunidad había sido bien aprovechada. Un agradable juego de fútbol con un nuevo amigo, sin tiempo perdido y los egos intactos. Luego la despedida nostálgica por el afortunado encuentro que dejaría un grato recuerdo, más inolvidable aún por la gracia que tiene lo sorpresivo e inesperado cuando es bueno. 

Pertinencia práctica de estas lecciones

En nuestra vida personal y profesional nos vemos con frecuencia frente a la necesidad de generar confianza rápidamente para abordar o resolver de manera efectiva una situación. A nivel profesional, por ejemplo, tal es el caso de las personas que llegan nuevas a asumir una responsabilidad importante dentro de una empresa. También el de un consultor que inicia un proyecto y debe empezar de inmediato a interactuar productivamente con un equipo de personas de la empresa cliente con el que nunca ha trabajado. Por supuesto que estas dos situaciones mencionadas tienen un nivel de complejidad significativamente diferente al encuentro de dos niños que motivó esta reflexión. Aun así, estas siete enseñanzas elementales nos podrían resultar de mucha utilidad cuando nos enfrentemos la próxima vez a una situación profesional similar a las anotadas.

Una reflexión final. Experiencias como esta me hacen pensar que hay cierta relación de proporcionalidad entre la necesidad de aprender que tienen los niños y la de desaprender que con frecuencia demostramos los adultos. 

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