Pensamiento estratégico aplicado: Escribí este artículo sobre algunas herramientas prácticas de la filosofía que son útiles para facilitar, en momentos como el actual, la toma de decisiones que tienen componentes éticos.
La palabra crisis hace referencia, entre otras acepciones de diccionario, al cambio profundo y de consecuencias importantes en una situación. Las crisis retan la estrategia de las organizaciones en tanto alteran abruptamente su presente e impregnan con incertidumbre los supuestos para imaginar su futuro. Ellas suelen llegar, además, cargadas de decisiones trascendentales por tomar, colectivas e individuales, las cuales no son habituales y con frecuencia tienen un componente ético, es decir, tocan con la moral que es esa guía a la cual recurrimos para discernir entre lo que está bien y lo que está mal. La crisis presente, en la cual hemos visto decisiones inverosímiles convertirse en lógicas por la fuerza de los hechos, es un reto significativo para nuestra capacidad de pensamiento estratégico en el terreno ético.
La filosofía moral nos ofrece tres marcos de referencia que pueden ser pertinentes para abordar, en momentos como este, esa clase de decisiones estratégicas.
El primero es el sentimiento moral. Filósofos como Aristóteles, Adam Smith y David Hume, consideraban que los seres humanos tenemos dentro de nuestra constitución natural una especie de software innato que hace las veces de simulador de emociones, llamado sentimiento moral, el cual nos permite distinguir lo bueno de lo malo al experimentar anticipadamente cómo nos sentiríamos nosotros y los demás después de elegir cualquiera de las alternativas posibles. Producto de nuestras simulaciones encontramos entonces respuestas para escoger la línea de acción más conveniente, y complementar así además la información racional disponible para tomar una decisión.
El utilitarismo es un segundo marco de referencia. John Stewart Mill y Jeremy Bentham, dos de sus célebres exponentes, consideraban que la utilidad o beneficio que se derive de una decisión es el criterio fundamental para tener en cuenta al momento de tomarla, es decir, es la variable determinante para preferir una línea de acción sobre otras posibles. Por utilidad entendían bienestar, riqueza, salud, en resumen, eso que los griegos llamaron lo bueno. Frente a una decisión ética, la alternativa a elegir sería aquella en la cual la utilidad neta sea mayor, luego de poner en una balanza sus consecuencias favorables y desfavorables.
Un tercer marco de referencia ético es el racionalismo. Emanuel Kant, filósofo alemán, propuso el denominado imperativo categórico: “obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal”. Kant nos invitó a tomar decisiones éticas considerando siempre que la forma de proceder elegida pudiera convertirse posteriormente en norma general, es decir, que cumpliera con tres requisitos básicos: ser admitida y adoptada por todos los demás hacia el futuro, aceptar nosotros las consecuencias de tal proceder cuando nos veamos afectados por ellas, y quedar en un mundo mejor cuando todos actúen así.
Susan David, en su libro “Agilidad emocional”, plantea que coraje no es la ausencia de miedo, es seguir caminando aún en su presencia. Estos modelos éticos, diversos y a la vez complementarios, fortalecen nuestra capacidad de pensamiento estratégico para procurar decidir y avanzar aun frente al bien intencionado temor a equivocarnos, exacerbado ahora con razón en nuestras organizaciones.