Estrategia personal 2022

Les invito a esta pausa estratégica, dedicada a una importante responsabilidad: liderarnos a nosotros mismos para vivir plenamente con propósito.

Hemos recorrido diez meses de 2021, y tenemos evidencia suficiente para elaborar un primer balance de lo que ha sido este año para cada uno de nosotros a nivel personal, así como para comenzar a imaginar lo que deseamos sea el 2022. Nuestra vida tiene múltiples dimensiones, y en cada una de ellas nos planteamos objetivos y prioridades, es decir, hacemos escogencias que en su conjunto determinan nuestra estrategia personal, sea ella deliberada o inconsciente. 

Para un ejercicio concreto e intencional de direccionamiento estratégico personal, pertinente para esta época del año, les sugiero considerar los seis pasos siguientes. En primer lugar, adoptar un marco de referencia. Una herramienta útil para reflexionar estratégicamente a nivel individual es la llamada rueda de la vida. Ella nos propone diversas dimensiones para observarnos, por ejemplo, en cuanto a nuestro crecimiento personal, estado de salud, vida afectiva y social, situación económica y laboral, desarrollo profesional y académico, diversión y ocio, entre otras tantas.

Elegido el marco de referencia, podemos avanzar a la etapa de reflexión. Para un ejercicio de direccionamiento estratégico personal es importante comenzar por hacer un balance en las dimensiones que consideremos relevantes para nuestra vida, esto es, reconocer en cada una de ellas donde nos encontramos, qué nos tiene satisfechos y en qué sentimos que nos falta avanzar. Así ensamblamos un inventario inicial de brechas de las cuales necesitaríamos hacernos cargo en el corto plazo. Este diagnóstico de nuestra situación actual lo complementamos con la observación de nuestro entorno, haciendo explícitas las expectativas y necesidades de todas nuestras partes interesadas, así como las oportunidades que podrían materializarse para nosotros en los próximos meses dadas las circunstancias que anticipamos.

Un paso necesario en el ejercicio es hacer una pausa, este no es un trabajo para una sola sesión. Necesitamos literalmente marinar y procesar, de manera consciente e inconsciente, nuestras reflexiones. Así podemos pasar al cuarto paso, el de construir un direccionamiento estratégico renovado que incluye validar o refrescar la definición de la persona que queremos ser y la vida que deseamos vivir, para hacer escogencias y enfocar tanto nuestros esfuerzos como recursos en esa dirección, cerrando las brechas de más alto impacto extraídas del inventario que elaboramos, y priorizando las oportunidades más pertinentes y deseables entre las que identificamos. 

El quinto paso que sugiero es socializar este planteamiento estratégico de corto plazo con personas de nuestro círculo más cercano, aquellas que de verdad nos aprecian y honestamente desean lo mejor para nosotros. Discutida y enriquecida, cerramos declarando la versión final de nuestra estrategia, con sus objetivos prioritarios, que nos guiará en 2022. 

Les invito a esta pausa estratégica, dedicada a una importante responsabilidad: liderarnos a nosotros mismos para vivir plenamente con propósito. 

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Riesgos al emprender: 4 trampas y sus antídotos

Los profesionales independientes, como todos los emprendedores, enfrentamos múltiples riesgos en el desarrollo de nuestro negocio, así como en el direccionamiento estratégico de nuestra carrera profesional para hacerla compatible con nuestra vida de manera integral. Algunos de estos riesgos son comunes a los empresarios en general, y surgen en buena medida de nuestra naturaleza humana y de nuestro temperamento individual. 

En un interesante podcast que escuché recientemente sobre este tema, la invitada mencionó cuatro expresiones que recogen parte de esas amenazas más comunes que pueden asaltarnos como emprendedores. Se las comparto para su reflexión.

Las expresiones son originalmente en Inglés, así que al lado de cada una anoto una traducción y algunos comentarios desde mi propia reflexión para enriquecer su ejercicio, en particular la trampa que considero cada una encarna para un emprendedor y el antídoto que sugiero para gestionar tal riesgo en la práctica:

1- Knowledge curse: la maldición del conocimiento. Los profesionales independientes, como otros emprendedores, corremos el riesgo de apalancar en exceso nuestro negocio confiando en nuestra propia experiencia y conocimientos técnicos o científicos, y podemos caer en la trampa de no buscar apoyo tanto en temas empresariales y estratégicos, como en asuntos relacionados con nuestra especialidad profesional. Siempre hay personas que pueden enriquecer nuestras ideas, darnos perspectivas más amplias, e incluso evitar a tiempo que cometamos errores como consecuencia de los puntos ciegos que todos tenemos. 

Trampa por prevenir: exceso de confianza o síndrome del “sabelotodo”. 

Antídoto sugerido: retar nuestras ideas y modelos de negocio en conversaciones honestas con personas más expertas que nosotros.

2- FOMO – Fear of missing out: miedo a perderse de algo. Ser profesional independiente no significa emprender en solitario. Necesitamos apoyo, delegar algunas actividades, y hacer el mejor uso posible de nuestro tiempo limitado. Corremos el riesgo de querer hacerlo todo, de controlar y revisar cada cosa, y de valorar poco nuestro tiempo en forma incoherente al utilizarlo en actividades que podemos contratar para, literalmente, comprar nuestro propio tiempo de vuelta y destinarlo a tareas más valiosas que solo nosotros podemos hacer. 

Trampa por prevenir: exceso de control o síndrome del “omnipresente”. 

Antídoto sugerido: establecer un círculo de talento competente para delegar con confianza.

3- Imposter Syndrome: síndrome del impostor. Al querer lanzarnos a la independencia luego de haber vivido en el mundo corporativo, o al querer poner al servicio de otros nuestros conocimientos y experiencia en escenarios que no nos han sido habituales, entre otros tantos casos, corremos el riesgo de experimentar tal síndrome, el cual se refiere a la sensación de incompetencia para asumir un reto que ya tenemos al frente. Así entonces, nos vemos a nosotros mismos como la persona menos indicada para hacernos cargo de una responsabilidad que nos ha sido otorgada, y evaluamos nuestro éxito profesional pasado, así como el reconocimiento derivado de aquel, como un accidente, algo fortuito y ficticio que tarde o temprano será descubierto por los demás. Al momento de padecerlo, sentimos que estamos engañando a otros porque somos insuficientes y no merecemos la confianza que han depositado en nosotros, es decir, estamos al borde de cometer un fraude. 

Trampa por prevenir: interpretación errada del miedo o síndrome del “insuficiente”. 

Antídoto sugerido: fortalecer a diario la consciencia plena de nosotros mismos para asumir responsabilidades que estamos en capacidad de gestionar con éxito.

4- Inner voice: nuestra voz interna. Permanentemente activa y acompañándonos, con buenas intenciones, pero no siempre acertada u oportuna en sus consideraciones y consejos. Esa voz interna está diseñada para cuidarnos, sin embargo, corremos el riesgo de prestarle demasiada atención cuando las conversaciones más profundas, más extensas, y más frecuentes, son con nosotros mismos, es decir, con ella. No se trata de ignorarla, ya que es una fuente de información muy valiosa sobre nuestras emociones y valores más arraigados. Se trata de enriquecer esa mirada interna, instintiva e intuitiva, con otras voces que nos inspiren confianza y respeto. 

Trampa por prevenir: la soledad del profesional independiente (y del emprendedor). 

Antídoto sugerido: socializar nuestros proyectos profesionales con nuestros seres queridos, que nos hablan con las mejores intenciones y ponen a nuestro servicio su sentido común, y con personas en nuestra misma situación, quienes nos sirven para abstraernos de nosotros mismos y observarnos así desde la experiencia e historia de otro. 

Son muchos más los riesgos y retos de los emprendedores en general, así como de los empresarios, que son pertinentes para los profesionales independientes. Por lo pronto, esta muestra para su reflexión, su gestión y, muy especialmente, su tranquilidad. Si repasan estos cuatro, todos nos llevan a valorar la importancia de conocernos a nosotros mismos, de controlar nuestro ego, de cultivar relaciones con otros y de mantener nuestra curiosidad viva. 

Le invito a visitar mi página www.carlostellez.co y le agradezco sus comentarios o aportes alrededor de estas ideas a mi correo carlos@carlostellez.co Si este escrito le resultó de utilidad, aprecio si lo comparte con otros en su red que pudiesen aprovecharlo.

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Deberes de los graduandos

No todos los jóvenes, y con razones bien fundadas, desean este camino, pero sigue siendo al que aspiran muchos de ellos.

Una motivación explícita de los jóvenes que protestan en todo el mundo es la dificultad para acceder a la educación. Las oportunidades de educarse formalmente, para quienes desean ese camino, se comportan como un embudo que se hace más estrecho en la medida que se recorre. 

Una fracción de quienes empiezan la educación primaria logra graduarse de la secundaria, y solo una parte de estos últimos accede a un pregrado universitario. Una proporción aún menor tiene el privilegio de culminar un posgrado. No todos los jóvenes, y con razones bien fundadas, desean este camino, pero sigue siendo al que aspiran muchos de ellos.

Pensando en esos jóvenes, para quienes en el camino el embudo se cierra, escribí las palabras que pronunciaré hoy en la ceremonia virtual de graduación de los estudiantes de posgrado en una reconocida universidad de Colombia.

Me dirigiré a quienes lograron superar el embudo para sugerirles una reflexión alrededor de los deberes que considero implica su título, entre otras cosas para honrar y apoyar en el futuro a quienes no lo lograron.

Organicé mis ideas, desde una reflexión personal, alrededor de diez deberes concretos que estimo pertinente consideren quienes, ahora mejor preparados, harán parte de una comunidad que atraviesa una pandemia, que padece de un profundo y justificado malestar social, y que necesita lo mejor de ellos. 

Quienes acceden a educación de calidad reciben a cambio también una responsabilidad mayor de generar impactos significativos en su entorno para retribuir al privilegio de su formación.

Considero que quienes hoy terminan un posgrado deben expandir su propósito personal para multiplicar su impacto más allá de su quehacer profesional. 

De otro lado, deben compartir con generosidad su conocimiento como lo hicieron con ellos sus compañeros y profesores. Así mismo, deben actuar con integridad plena para dar testimonio práctico de la elevada consciencia que sobre los valores les ha permitido su reflexión académica. 

Por otra parte, deben humanizar su disciplina poniendo en el centro siempre a cada miembro de nuestra especie. Considero también, que quienes culminan ahora un posgrado deben promover el crecimiento de las personas en su entorno para que su propio crecimiento tenga sentido, y deben privilegiar el cuidado del medio ambiente desde todas sus actuaciones en respuesta a la crisis humana más profunda en la que ya estamos inmersos. 

Finalmente, creo que deben elevar la búsqueda de la justicia social a una de sus máximas prioridades, comprometerse decididamente a dar forma al futuro, abrazar lo público como propio y honrar con gratitud su universidad. 

Extiendo respetuosamente en esta columna un llamado a reflexionar y asumir voluntariamente a consciencia deberes que nos inspiren en un momento en el que la sociedad demanda lo mejor de cada uno de nosotros. 

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Emprendedores e independientes

¿Cómo empezar desde cero, carentes de experiencia, contactos, formación empresarial y capital?

La crisis social que observamos tiene dentro de sus protagonistas a muchos jóvenes que desean incorporarse activamente a la economía para construir su bienestar, pero que se sienten huérfanos de oportunidades, y a quienes se les marchita la esperanza al ver pasar los días con sus energías y sueños parqueados en el tiempo. A ustedes va dirigida esta sencilla reflexión para alentarlos, con pleno respeto y empatía, a considerar en este momento dentro de sus opciones de vida los caminos de la independencia y el emprendimiento. No son quizás las soluciones más intuitivas para la mayoría, que tal vez anhela un empleo, pero eventualmente la profundidad de la crisis las haga menos distantes y más pertinentes para algunos de ustedes.

Es natural, más si ya han sido empleados, que en su lista de opciones esté en un lugar privilegiado la búsqueda de un cargo en alguna organización pública o privada. Tal vez sus padres lo tuvieron, y son su ejemplo por seguir. La fortuna de tener empleo en excelentes empresas me acompañó por 20 años y posteriormente, al concluir el cuarto y último de ellos, sucumbí a la curiosidad de probar como independiente. Buscar un cargo en una empresa era mi plan original, pero siempre admiré la vida de aquellos que crean su propio empleo, que son su propia empresa, y por eso decidí probarla.

Conozco, por lo tanto, las bondades de un empleo y el valor indiscutible de las empresas y entidades del estado para el desarrollo integral de los individuos y la sociedad en general. Y he conocido también, ya inmerso en el mundo de los independientes, historias de emprendimientos individuales y colectivos contadas por personas tan comunes como somos la mayoría. Observo que no es de la naturaleza de la independencia y del emprendimiento la discriminación por edad, género, condición social, experiencia, o formación académica, entre otras variables. Así mismo, que son caminos tan retadores como democráticos, y tan riesgosos como gratificantes.

Entiendo que para algunos de ustedes mi invitación a que consideren estas opciones dentro de su reflexión puede parecer ingenua: ¿Cómo empezar desde cero, carentes de experiencia, contactos, formación empresarial y capital? Me parecía negligente no hacérselas en tanto son tendencias laborales, evidentes entre muchos jóvenes del mundo, la de crear empleo para sí mismos y ojalá para otros, o la de ser su propia empresa, y la de romper definitivamente el paradigma de la dependencia pasiva.

Una nota final: ser independiente o emprendedor no es sinónimo de informalidad en sentido alguno, tampoco de abandono de sus estudios si tienen acceso a ellos. Son apenas caminos alternativos para soñar, hacerse cargo de sus vidas y depender un poco menos de la voluntad caprichosa del destino.

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Profesionales independientes

Profesión es aquel oficio al cual una persona se dedica con la firme intención de contribuir desde él a su crecimiento individual integral y en comunidad, así como a su bienestar económico. Gestionar de manera intencional una vida profesional gratificante es una responsabilidad personal que demanda consciencia de sí mismo, espacios de pensamiento estratégico, capacidad para aprender y deseo permanente de reinventarse.

Quien ejerce cualquier profesión escoge una misión o razón de existir en ella, una visión u objetivo que desea lograr en dicho oficio, una serie de actividades dentro del ámbito de ese quehacer con las cuales se identifica mejor por gusto y competencia, unos pilares estratégicos diferenciadores que giran alrededor de las capacidades o dones con los que cada quien cuenta y dentro de los cuales procura fortalecer algunos para acercarse a cumplir su visión profesional, una forma de hacer las cosas o hábitos, equivalentes a la cultura en una organización, y unos valores en los cuales creer que le mueven a hacer con convicción lo que hace y a perseguir ese sueño elegido. Todos los conceptos que sobre estrategia utilizan las empresas, por lo tanto, tienen aplicación para la orientación de la vida profesional de una persona.

Así como la estrategia profesional involucra todos los homólogos mencionados de la estrategia corporativa de una organización, también aquella tiene implícita una faceta competitiva. Al interior de las organizaciones, por ejemplo, quien desea construir una carrera, en estructuras tradicionalmente piramidales, necesita establecer su diferenciación desde su alto desempeño integral, como profesional y como persona.

Su entorno es la estrategia de su empresa, la cual debe conocer claramente para diseñar un futuro posible en ella e identificar las competencias que necesita desarrollar y fortalecer para dar pasos en la dirección escogida.

Para el caso de los profesionales independientes, una población que ya en Estados Unidos, por ejemplo, representa más del 40% de la fuerza laboral, es aún más crítico definir una estrategia clara.

A diferencia de quienes hacen parte de una organización, donde la estrategia colectiva está dada y es el marco de referencia dentro del cual diseñar una estrategia profesional personal, en el caso de los independientes tal guía institucional no existe como tampoco los recursos disponibles en una empresa establecida. Entre más amplias son las posibilidades y más escasos los recursos, mayor es el reto de hacer escogencias y la necesidad de ser estratégicos.

En todos los casos, es pertinente que los profesionales hagan una reflexión de autoconocimiento para responder a tres preguntas antes de abordar su ejercicio de direccionamiento estratégico: ¿Qué significa para mí éxito profesional? ¿Qué me gusta hacer? ¿En qué soy bueno? La definición de éxito varía para cada ser humano, y es importante plantearla claramente, de manera articulada con las demás dimensiones vitales, para enfocar la estrategia profesional en ese objetivo sin correr el riesgo de terminar, por inercia o negligencia, persiguiendo una definición de éxito ajena que quizás complace al público, pero dista de las convicciones individuales y no aportará a la plenitud personal.

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¿Evolución, reinvención o disrupción?

¿Qué hacer hoy como profesionales para tener una carrera sostenible en el futuro? La respuesta no es la misma para todos. Convertir la crisis en oportunidad solo es posible desde el cambio intencional, oportuno y adecuado, en nosotros mismos.

Los profesionales de todas las disciplinas hemos evidenciado efectos tangibles en la forma de ejercer nuestros oficios derivados de la situación que vivimos como humanidad. En las empresas, por ejemplo, bien por cambios en la forma de hacer las cosas o ajustes al modelo de negocio, procesos concebidos originalmente para la incorporación o actualización de capacidades en sus integrantes de cara a la era tecnológica, conocidos como upskilling o reskilling, se volvieron urgentes y transversales a todo nivel. 

La naturaleza y la dimensión de tales efectos han sido variadas para cada persona y profesión. Aun así, dada la experiencia vivida estos meses y frente a un futuro altamente incierto, surge una pregunta apenas natural: ¿Qué hacer profesionalmente hoy para tener una carrera sostenible en el futuro?

En procura de responder esta pregunta, encontré en diversas conversaciones los términos que titulan este escrito. Con el ánimo de aportarle a muchos profesionales en su ejercicio de pensamiento estratégico, les comparto esta propuesta respecto a lo que entiendo que significa cada uno de los tres modelos y los casos para los cuales es pertinente. 

Algunos profesionales necesitarán evolucionar, es decir, procurar una mejor versión de sí mismos a partir de lo que ya son hoy. Esta mejora incremental les resultará suficiente, la cual pueden estructurar intencionalmente como un proceso adaptativo para encajar mejor en las nuevas circunstancias. Adquirir competencias, complementar sus conocimientos y ajustar sus hábitos, hacen parte del proceso. Para explorar esta perspectiva, les recomiendo la lectura del libro de Bill Barnett titulado La carrera estratégica.

Otros profesionales se verán definitivamente abocados a un proceso de reinvención. En este segundo modelo, el equipaje con el cual cuentan hoy les será útil apenas de manera parcial para construir una carrera sostenible en el futuro. Un ajuste incremental es insuficiente, y eventualmente les resultará necesario explorar nuevos caminos profesionales elegidos desde sus fortalezas y las experiencias pertinentes para abordarlos. Una buena herramienta para explorar esta ruta estratégica es el libro de Dorie Clark titulado “Reinvéntate”.

Finalmente, y dadas las circunstancias, bien por gusto o necesidad, para algunos profesionales el camino a seguir será el de la total disrupción. Whitney Johnson, experta en el tema y autora de un extraordinario libro al respecto, lo plantea simplemente como un proceso de volver a empezar, desprendiéndose de la historia, lo cual implica incluso mirar al futuro haciendo caso omiso de experiencias pasadas y capacidades que quizás se hicieron obsoletas. 

Una cosa es clara: todos debemos cambiar. La profundidad y motivaciones para hacerlo son distintas para cada uno. La idea de convertir las crisis en oportunidades solo será evidente en la realidad, y a nuestro favor como profesionales, desde el cambio en nosotros mismos.

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Pensamiento estratégico para profesionales independientes – Parte II: Modelo para formular nuestra estrategia.

Herramientas para motivar, facilitar y ordenar la reflexión estratégica de los profesionales independientes.

En la primera parte de este artículo compartí los antecedentes y motivaciones para escribirlo, así como un modelo general para orientar la formulación de la estrategia en una organización, y una primera aproximación a su traducción al ámbito de la estrategia profesional (en este título resaltado está el enlace de acceso a la primera parte: Profesionales independientes: ¿Cómo definir nuestra estrategia? – Parte I – Modelo general).

En esta segunda parte, presentaré un modelo ampliado para definir la estrategia de un profesional independiente. Este modelo, de carácter eminentemente práctico, es un desarrollo desde el modelo general expuesto en la primera parte, extendido en algunos elementos adicionales. Su propósito es motivar, facilitar y ordenar la reflexión estratégica de profesionales independientes y también de aquellos que estén considerando dar el paso a convertirse en uno de ellos.

El modelo está constituido por 10 preguntas que la estrategia de un profesional independiente debe estar, idealmente, en capacidad de responder. Las preguntas, con su respectiva orientación para responderlas, son las siguientes:

¿Cuál es mi misión o propósito profesional? Nuestra misión profesional es nuestra razón de existir vista desde nuestro oficio. Es aquello que representamos para todas las partes interesadas que nos rodean y a las cuales generamos valor desde nuestro ejercicio profesional. Algunas preguntas que nos ayudan a definir nuestro propósito profesional son las siguientes: ¿Qué me entusiasma despertarme a hacer todos los días? ¿Cuál es el aporte cotidiano a mi entorno desde mi profesión por el cual deseo que me reconozcan? ¿De qué se pierde la sociedad si yo dejara de ejercer mi oficio? Al terminar la jornada, ¿haber hecho o logrado qué me genera tranquilidad y satisfacción? ¿Cuáles son mis motivaciones sinceras para apropiarme de esta misión? Una herramienta complementaria para reflexionar y responder a esta pregunta es mi artículo titulado “Propósito profesional: indicios de su hallazgo”. Así mismo, este escrito del ámbito organizacional: “La importancia del propósito empresarial”.

¿Cuál es mi visión o aspiración profesional? Este elemento del modelo nos introduce a una reflexión acerca de aquello que queremos lograr en nuestra profesión u oficio, y desde su ejercicio. Algunas preguntas útiles para estructurar nuestra aspiración profesional son las siguientes: ¿Cuál es mi definición personal de éxito profesional? ¿A quién admiro en mi profesión y por haber logrado qué? ¿Qué legado deseo haber construido para el día que me retire del ejercicio de mi profesión? ¿A qué meta futura necesito que me ayude a acercar cada cosa que haga en el presente? ¿En qué deseo convertirme como profesional? ¿Cómo imagino un día o semana ideal ejerciendo mi oficio? ¿Qué deseo transformar de mi entorno desde mi profesión? 

¿Cómo se articulan mi propósito y aspiración profesional con mi vida? Antes de avanzar a otras definiciones estratégicas, es pertinente validar que nuestra misión y visión profesional hacen sentido, y están alineadas, con el papel que deseamos que nuestra profesión tenga dentro de nuestra vida vista en forma integral. Una herramienta de apoyo útil para esta reflexión es la llamada rueda de la vida. Ella nos pone de presente que la dimensión profesional es apenas una de las que motivan nuestra existencia y que, para vivir de manera integral y balanceada, necesitamos también prestar atención y sentirnos a gusto en otros ámbitos como nuestra salud y desarrollo personal, nuestra vida afectiva, nuestras relaciones con familia y amigos, nuestra diversión y ocio, y nuestra economía, entre otros aspectos a considerar. Ejercer nuestro propósito profesional necesita ser compatible con las demás dimensiones vitales, y avanzar hacia nuestra aspiración profesional debería acercarnos al logro de nuestro bienestar integral. Una herramienta adicional, que puede ser de utilidad para explorar la respuesta a esta pregunta, es mi artículo “Estrategia personal: ¿Cómo escoger objetivos de corto plazo?”.

¿A qué actividades o especialidades voy a dedicarme en mi profesión para lograr mi aspiración? Todas las profesiones ofrecen una amplia variedad de actividades y negocios posibles, de productos o servicios en los cuales especializarse, y de segmentos del mercado con potencial para enfocarse. Los profesionales independientes, particularmente aquellos operando en un modelo de “solopreneurs”, enfrentan una manifiesta restricción de su recurso más valioso: tiempo. Dorie Clark, experta en reinvención personal y en el modelo “solopreneur”, y autora de los libros “Reinventing You” y “Entrepreneurial You”, sostiene que la situación natural para la mayoría de los profesionales independientes es sentirse intercambiando tiempo por dinero, razón por la cual identificar cómo utilizar ese recurso escaso de manera inteligente es una de las decisiones más críticas en su proceso estratégico. En la tercera y última parte de este artículo, Profesionales independientes: ¿Cómo definir nuestra estrategia? – Parte III – Escogencia de negocios y claves para ejecutar nuestra estrategia (próximamente disponible), presentaré algunos criterios que le permitirán a un profesional independiente elegir entre sus alternativas para generar ingresos y enfocarse en sus mejores opciones. Estos criterios están relacionados con elementos del entorno, con capacidades y recursos con los cuales contamos, con nuestras preferencias, con variables estratégicas y con consideraciones económicas. Así mismo, ofreceré algunas pautas para estructurar un modelo de negocio desde herramientas convencionales a nivel empresarial, y compartiré ideas para mejorar las posibilidades de éxito en el proceso de llevar la estrategia definida a la realidad, así como para enfrentar algunos riesgos y tentaciones inherentes a este camino. Por lo pronto, un primer criterio clave para responder a esta pregunta es asegurarse de optar por actividades alineadas con el propósito profesional, para materializarlo y hacerlo explícito, y con la aspiración profesional, para que, desde el trabajo cotidiano, nos acerquemos progresivamente a ella. Las especialidades o actividades a las que nos dedicamos en nuestro oficio no son un fin en sí mismas, son un medio para lograr nuestra aspiración profesional.

¿Cuáles son mis renuncias explícitas en mi estrategia profesional? Hacer estrategia es sinónimo de escoger, y por lo tanto de ella derivan renuncias. Es muy importante hacer explícito aquello que definitivamente no haremos, por ejemplo, el tipo de actividades o negocios que no desarrollaremos y el perfil de clientes que no abordaremos en las actividades elegidas, entre otros aspectos. La tentación de desviarse de las escogencias resultantes de responder a la pregunta anterior podría ser muy alta, en especial frente a la necesidad de generar ingresos. Por ello, para tener disciplina estratégica, es importante declarar abiertamente tanto aquello que hemos escogido hacer como eso que no haremos. Otro tipo de renuncias tienen que ver con los que denomino “no negociables”, los cuales definimos a manera de reglas de juego o marco de referencia para la ejecución de nuestra estrategia. Así entonces, y a manera de ejemplo, algunas renuncias posibles tienen que ver con horarios de trabajo (no trabajar hasta altas horas de la noche), días de trabajo (no trabajar los fines de semana), sitio de trabajo (no trabajar en casa, o lo totalmente opuesto, no tener oficina fuera de casa), y viajes (no tomar proyectos fuera de la ciudad de residencia o que impliquen viajes largos). Para identificar qué reglas de juego para la ejecución de la estrategia profesional son pertinentes para cada persona, la respuesta a la pregunta número 3 de este modelo, sobre estrategia profesional y vida integral, es una buena fuente de información.

¿Cómo voy a competir y a diferenciarme? Una vez escogidas las actividades o negocios en los cuales un profesional independiente va a participar, es importante hacer un ejercicio de definición de su estrategia competitiva en cada uno de ellos. En la mayoría de los oficios la competencia es intensa y crearse un espacio propio, para no ser percibido como “uno más”, requiere definir con claridad como hacerlo. En primer lugar, es importante estructurar nuestra propuesta o promesa de valor a nuestros clientes objetivo. Esta herramienta pretende identificar con precisión la forma como vamos a entregar nuestro producto o servicio para generarle valor a nuestro cliente, y lograr que aquel lo perciba tangiblemente. Para construir nuestra propuesta de valor estas son algunas preguntas pertinentes: ¿Quién es mi cliente? (para identificar a quien dirigimos nuestra propuesta de valor en ese negocio particular), ¿Qué quiere mi cliente y por qué lo quiere? (para entender qué es lo que estos clientes desean y cómo cada cosa que esperan recibir les genera valor), ¿En qué orden de importancia lo quiere? (así sabremos que es lo que más le genera valor, dentro de todo lo que espera, para enfocar mejor nuestros esfuerzos y priorizar nuestra atención), ¿En qué no puedo fallar en la interacción con mi cliente? (así como hay elementos de nuestro producto o servicio que le generan valor, hay fallas u omisiones que podrían ser altamente destructoras de valor para un cliente y que es importante identificar y cuidar que no sucedan, desde nuestra gestión), ¿Qué debo hacer para entregarle a mi cliente lo que espera y cumplir mi promesa? (para definir las actividades o procesos claves de mi gestión a fin de hacer tangible la propuesta de valor al cliente). Una vez definida la propuesta de valor se aclara toda una serie de prioridades para nuestra gestión. Así mismo, obtenemos una guía para identificar los elementos en los cuales tenemos una mayor posibilidad y capacidad para diferenciarnos. Si logramos ser sobresalientes o distintos en la forma de entregar uno o dos elementos claves de la propuesta de valor, ya estamos en el terreno de la diferenciación. La propuesta de valor es una manera de hacer explícito nuestro entendimiento de los clientes, nuestra forma de competir, y los rasgos que deseamos que nos diferencien de otros profesionales ante los ojos de las personas a quienes esperamos servir. Si bien es cierto que en cada oficio los elementos básicos de los productos o servicios que ofrece un profesional independiente son similares y necesarios (consideremos el caso de un médico dermatólogo), siempre existen espacios para diferenciarse y hacer de la experiencia del cliente algo memorable que motive su preferencia y lealtad. (Una herramienta adicional que sugiero para esta reflexión es el siguiente escrito sobre Estrategia competitiva).

¿Qué capacidades y recursos necesito? Este es el momento del proceso en el cual es relevante identificar los recursos y competencias necesarios para llevar a cabo la estrategia definida. Un primer concepto útil para responder esta pregunta es el de los llamados pilares estratégicos. Ellos hacen referencia a aquellos aspectos en los cual es necesario buscar la excelencia como profesional independiente para implementar con éxito la estrategia definida y, en particular, para entregar la propuesta de valor estructurada para los clientes. En otras palabras, son las fortalezas que necesitamos construir de cara a ejecutar nuestra estrategia, y desde las cuales tenemos intención de diferenciarnos para competir, a fin de alcanzar nuestra aspiración. Además de lo anterior, esta pregunta nos invita a poner de presente, en forma clara y concreta, aquellos elementos que serán necesarios para hacer explícita nuestra estrategia competitiva, y presentar con confianza a los clientes nuestra promesa de valor. Estos elementos incluyen intangibles como conocimiento, experiencia, reputación y legitimidad (títulos o certificaciones formales, por ejemplo), y tangibles como infraestructura, herramientas de trabajo, tecnología, mercadeo, entre otros. Este inventario de capacidades y recursos es importante, finalmente, para dimensionar las necesidades económicas para poner en marcha de nuestra estrategia. En términos de recursos, es normal no contar con todos los necesarios desde el principio, pero si es definitivo entender muy bien la forma de conseguirlos y su orden de prioridad. En cuanto a las capacidades o competencias profesionales requeridas, es crítico tenerlas claras para procurar cerrar las brechas de mayor importancia en el menor tiempo posible. En la respuesta a esta pregunta es pertinente, igualmente, incluir la identificación de los aliados que necesitamos para llevar a cabo nuestra estrategia, y aquello que concretamente necesitamos de cada uno de ellos. 

¿Qué actitudes y hábitos son claves para ejecutar mi estrategia? La cultura de una organización es un conjunto de hábitos, actitudes y comportamientos de sus integrantes, el cual caracteriza la forma de hacer las cosas en ella. La cultura es una aliada clave de la estrategia, y cuando no está alineada la primera a las necesidades de la segunda, se reducen sustancialmente las probabilidades de éxito en el proceso de ejecución estratégica y, por tanto, en el logro de los resultados deseados (algunas ideas adicionales sobre la relación Estrategia y cultura organizacional en este enlace). La situación para un profesional independiente no dista mucho de lo descrito para una organización. En esta pregunta, entonces, es de interés identificar esa forma en la que debemos hacer las cosas, que acompañe y sea compatible con las necesidades de nuestra estrategia, a fin de implementarla efectivamente. En la lista deben estar incluidos, por ejemplo, aquellos hábitos deseables, con énfasis en los más importantes por desarrollar, y las actitudes y comportamientos necesarios en la cotidianidad, así como aquellos no aceptables en tanto van en contravía de nuestro planteamiento estratégico. Un profesional de la salud, por ejemplo, que desea diferenciarse por su conocimiento y actitud de servicio, podría considerar conveniente cultivar el hábito de la lectura, para mantenerse actualizado, y observar cuidadosamente su comportamiento en el trato con sus pacientes, evitando también la impuntualidad. En otro caso, un conferencista profesional quizás identifique la necesidad de cuidar sus hábitos de salud, los cuales incluyen horas de sueño para contar con una mente lúcida y espacios de ejercicio para mantener la condición física, a fin de brindarle a su audiencia la mejor experiencia en cada presentación.

¿Cuáles son mis valores claves para lograr las actitudes y hábitos que necesito? En las organizaciones, una vez identificados los rasgos deseables en su cultura a partir de la estrategia, se escogen los valores, que expresan aquello en lo que cree profundamente la organización y desde los cuales se soportan y motivan los comportamientos deseados en la cultura. Todos los valores son buenos, sin embargo, hay algunos que tienen mayor relación con la cultura deseada. Por ello, en la lista de valores de una organización suelen aparecer tan solo 4 o 5, en cuya difusión y comunicación está puesto el énfasis dada su relación más cercana con la cultura objetivo y la estrategia. En el caso de los profesionales independientes, una vez definidas las actitudes y hábitos deseables, es posible entonces escoger un grupo muy específico de valores que motivarán nuestro comportamiento y que representan aquellas cualidades más elevadas por las cuales queremos que nos reconozcan. Hacia nuestro interior, esos valores significan compromisos inquebrantables cuyo cumplimiento es indispensable para ser exitosos y sentirnos satisfechos con nuestra estrategia. Son los “no negociables” con nosotros mismos. Responsabilidad, respeto, honestidad, gratitud, tolerancia, disciplina, prudencia, justicia, amistad y empatía son algunos ejemplos de ellos.

¿Cómo voy a medir mi progreso? En este momento hemos logrado estructurar, de manera ordenada y metódica, nuestra estrategia profesional. Tenemos identificados elementos fundamentales en ella: nuestra razón de existir como profesionales y lo que queremos lograr, la compatibilidad de nuestra estrategia profesional con nuestra vida integral, aquello a lo que nos vamos a dedicar en nuestro oficio y nuestras renuncias, la propuesta de valor a nuestros clientes que nos permitirá diferenciarnos y competir así como los recursos necesarios para entregarla con éxito, la forma en la que debemos hacer las cosas y las convicciones que la respaldan. Una vez nos decidimos por esta hoja de ruta, y nos aventuramos a su implementación, se vuelve de la mayor relevancia conservar el sentido crítico, para evitar el triunfalismo sin caer en el escepticismo, y preguntarnos permanentemente como vamos. Nuestra sensación de satisfacción será la métrica general más relevante (para una reflexión a este respecto, recomiendo mi artículo “¿Estoy feliz en mi trabajo?”). Para complementarla, y acompañarla de pragmatismo gerencial, será importante contar con indicadores cuantitativos relacionados con temas claves de gestión administrativa. Así entonces, es relevante hacer seguimiento a la dinámica de nuestra generación de ingresos como factor clave de sostenibilidad, observar el crecimiento en cada tipo de actividad o negocio elegido como una señal del mercado respecto a sus necesidades, indagar sobre la satisfacción de los clientes con la propuesta de valor definida para ajustarla a sus intereses cada vez con mayor precisión, y hacer seguimiento a la rentabilidad en cada producto o servicio para avanzar en el entendimiento de cuál es el mejor uso para nuestro tiempo. En la misma línea, es importante entender si eventualmente la inercia nos va llevando a concentrarnos en algunos productos o clientes, para revisar la conveniencia de esa situación y corregirla a tiempo si es del caso. Es fundamental cuidar el nivel de costos fijos de la operación, el cual siempre será deseable mantener al mínimo posible, e ir identificando oportunidades para modificarlos o reducirlos según se vaya dando el desarrollo de los negocios y la concentración en algunos de ellos. El capital de trabajo invertido en inventarios o crédito otorgado a los clientes es otro indicador clave. Las empresas se quiebran más por problemas de liquidez que por falta de rentabilidad. Por eso, es definitivo vigilar que contamos con el nivel de liquidez necesario para conservar la operación en marcha. Resultado de todo este proceso de análisis, empiezan a aparecer señales claras sobre actividades o negocios escogidos en los cuales eventualmente sea mejor no estar, pese a haberlo intentado, así como nuevas oportunidades que no visualizamos durante el proceso de formulación estratégica y que puede ser interesante analizar. Estas son algunas pautas comunes en las empresas para el seguimiento a la estrategia y a sus negocios. Aun cuando todo esto nos puede sonar lejano o complejo, siempre será clave tener presente que, para el caso de los profesionales independientes, nosotros somos nuestra propia empresa.

Cierro esta segunda entrega con gratitud por su atención y con una cordial invitación a leer la primera parte de este artículo en el siguiente enlace: Profesionales independientes: ¿Cómo definir nuestra estrategia? – Parte I – Modelo general, así como la tercera parte, Profesionales independientes: ¿Cómo definir nuestra estrategia? – Parte III Escogencia de negocios y claves para ejecutar nuestra estrategia, la cual pronto estará disponible.

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Profesionales independientes: ¿Cómo definir nuestra estrategia? – Parte II – Modelo ampliado

En la primera parte de este artículo compartí los antecedentes y motivaciones para escribirlo, así como un modelo general para orientar la formulación de la estrategia en una organización, y una primera aproximación a su traducción al ámbito de la estrategia profesional (en este título resaltado está el enlace de acceso a la primera parte: Profesionales independientes: ¿Cómo definir nuestra estrategia? – Parte I – Modelo general).

En esta segunda parte, presentaré un modelo ampliado para definir la estrategia de un profesional independiente. Este modelo, de carácter eminentemente práctico, es un desarrollo desde el modelo general expuesto en la primera parte, extendido en algunos elementos adicionales. Su propósito es motivar, facilitar y ordenar la reflexión estratégica de profesionales independientes y también de aquellos que estén considerando dar el paso a convertirse en uno de ellos.

El modelo está constituido por 10 preguntas que la estrategia de un profesional independiente debe estar, idealmente, en capacidad de responder. Las preguntas, con su respectiva orientación para responderlas, son las siguientes:

¿Cuál es mi misión o propósito profesional? Nuestra misión profesional es nuestra razón de existir vista desde nuestro oficio. Es aquello que representamos para todas las partes interesadas que nos rodean y a las cuales generamos valor desde nuestro ejercicio profesional. Algunas preguntas que nos ayudan a definir nuestro propósito profesional son las siguientes: ¿Qué me entusiasma despertarme a hacer todos los días? ¿Cuál es el aporte cotidiano a mi entorno desde mi profesión por el cual deseo que me reconozcan? ¿De qué se pierde la sociedad si yo dejara de ejercer mi oficio? Al terminar la jornada, ¿haber hecho o logrado qué me genera tranquilidad y satisfacción? ¿Cuáles son mis motivaciones sinceras para apropiarme de esta misión? Una herramienta complementaria para reflexionar y responder a esta pregunta es mi artículo titulado “Propósito profesional: indicios de su hallazgo”. Así mismo, este escrito del ámbito organizacional: “La importancia del propósito empresarial”.

¿Cuál es mi visión o aspiración profesional? Este elemento del modelo nos introduce a una reflexión acerca de aquello que queremos lograr en nuestra profesión u oficio, y desde su ejercicio. Algunas preguntas útiles para estructurar nuestra aspiración profesional son las siguientes: ¿Cuál es mi definición personal de éxito profesional? ¿A quién admiro en mi profesión y por haber logrado qué? ¿Qué legado deseo haber construido para el día que me retire del ejercicio de mi profesión? ¿A qué meta futura necesito que me ayude a acercar cada cosa que haga en el presente? ¿En qué deseo convertirme como profesional? ¿Cómo imagino un día o semana ideal ejerciendo mi oficio? ¿Qué deseo transformar de mi entorno desde mi profesión? 

¿Cómo se articulan mi propósito y aspiración profesional con mi vida?Antes de avanzar a otras definiciones estratégicas, es pertinente validar que nuestra misión y visión profesional hacen sentido, y están alineadas, con el papel que deseamos que nuestra profesión tenga dentro de nuestra vida vista en forma integral. Una herramienta de apoyo útil para esta reflexión es la llamada rueda de la vida. Ella nos pone de presente que la dimensión profesional es apenas una de las que motivan nuestra existencia y que, para vivir de manera integral y balanceada, necesitamos también prestar atención y sentirnos a gusto en otros ámbitos como nuestra salud y desarrollo personal, nuestra vida afectiva, nuestras relaciones con familia y amigos, nuestra diversión y ocio, y nuestra economía, entre otros aspectos a considerar. Ejercer nuestro propósito profesional necesita ser compatible con las demás dimensiones vitales, y avanzar hacia nuestra aspiración profesional debería acercarnos al logro de nuestro bienestar integral. Una herramienta adicional, que puede ser de utilidad para explorar la respuesta a esta pregunta, es mi artículo “Estrategia personal: ¿Cómo escoger objetivos de corto plazo?”.

¿A qué actividades o especialidades voy a dedicarme en mi profesión para lograr mi aspiración? Todas las profesiones ofrecen una amplia variedad de actividades y negocios posibles, de productos o servicios en los cuales especializarse, y de segmentos del mercado con potencial para enfocarse. Los profesionales independientes, particularmente aquellos operando en un modelo de “solopreneurs”, enfrentan una manifiesta restricción de su recurso más valioso: tiempo. Dorie Clark, experta en reinvención personal y en el modelo “solopreneur”, y autora de los libros “Reinventing You” y “Entrepreneurial You”, sostiene que la situación natural para la mayoría de los profesionales independientes es sentirse intercambiando tiempo por dinero, razón por la cual identificar cómo utilizar ese recurso escaso de manera inteligente es una de las decisiones más críticas en su proceso estratégico. En la tercera y última parte de este artículo, Profesionales independientes: ¿Cómo definir nuestra estrategia? – Parte III – Escogencia de negocios y claves para ejecutar nuestra estrategia (próximamente disponible), presentaré algunos criterios que le permitirán a un profesional independiente elegir entre sus alternativas para generar ingresos y enfocarse en sus mejores opciones. Estos criterios están relacionados con elementos del entorno, con capacidades y recursos con los cuales contamos, con nuestras preferencias, con variables estratégicas y con consideraciones económicas. Así mismo, ofreceré algunas pautas para estructurar un modelo de negocio desde herramientas convencionales a nivel empresarial, y compartiré ideas para mejorar las posibilidades de éxito en el proceso de llevar la estrategia definida a la realidad, así como para enfrentar algunos riesgos y tentaciones inherentes a este camino. Por lo pronto, un primer criterio clave para responder a esta pregunta es asegurarse de optar por actividades alineadas con el propósito profesional, para materializarlo y hacerlo explícito, y con la aspiración profesional, para que, desde el trabajo cotidiano, nos acerquemos progresivamente a ella. Las especialidades o actividades a las que nos dedicamos en nuestro oficio no son un fin en sí mismas, son un medio para lograr nuestra aspiración profesional.

¿Cuáles son mis renuncias explícitas en mi estrategia profesional? Hacer estrategia es sinónimo de escoger, y por lo tanto de ella derivan renuncias. Es muy importante hacer explícito aquello que definitivamente no haremos, por ejemplo, el tipo de actividades o negocios que no desarrollaremos y el perfil de clientes que no abordaremos en las actividades elegidas, entre otros aspectos. La tentación de desviarse de las escogencias resultantes de responder a la pregunta anterior podría ser muy alta, en especial frente a la necesidad de generar ingresos. Por ello, para tener disciplina estratégica, es importante declarar abiertamente tanto aquello que hemos escogido hacer como eso que no haremos. Otro tipo de renuncias tienen que ver con los que denomino “no negociables”, los cuales definimos a manera de reglas de juego o marco de referencia para la ejecución de nuestra estrategia. Así entonces, y a manera de ejemplo, algunas renuncias posibles tienen que ver con horarios de trabajo (no trabajar hasta altas horas de la noche), días de trabajo (no trabajar los fines de semana), sitio de trabajo (no trabajar en casa, o lo totalmente opuesto, no tener oficina fuera de casa), y viajes (no tomar proyectos fuera de la ciudad de residencia o que impliquen viajes largos). Para identificar qué reglas de juego para la ejecución de la estrategia profesional son pertinentes para cada persona, la respuesta a la pregunta número 3 de este modelo, sobre estrategia profesional y vida integral, es una buena fuente de información.

¿Cómo voy a competir y a diferenciarme? Una vez escogidas las actividades o negocios en los cuales un profesional independiente va a participar, es importante hacer un ejercicio de definición de su estrategia competitiva en cada uno de ellos. En la mayoría de los oficios la competencia es intensa y crearse un espacio propio, para no ser percibido como “uno más”, requiere definir con claridad como hacerlo. En primer lugar, es importante estructurar nuestra propuesta o promesa de valor a nuestros clientes objetivo. Esta herramienta pretende identificar con precisión la forma como vamos a entregar nuestro producto o servicio para generarle valor a nuestro cliente, y lograr que aquel lo perciba tangiblemente. Para construir nuestra propuesta de valor estas son algunas preguntas pertinentes: ¿Quién es mi cliente? (para identificar a quien dirigimos nuestra propuesta de valor en ese negocio particular), ¿Qué quiere mi cliente y por qué lo quiere? (para entender qué es lo que estos clientes desean y cómo cada cosa que esperan recibir les genera valor), ¿En qué orden de importancia lo quiere? (así sabremos que es lo que más le genera valor, dentro de todo lo que espera, para enfocar mejor nuestros esfuerzos y priorizar nuestra atención), ¿En qué no puedo fallar en la interacción con mi cliente? (así como hay elementos de nuestro producto o servicio que le generan valor, hay fallas u omisiones que podrían ser altamente destructoras de valor para un cliente y que es importante identificar y cuidar que no sucedan, desde nuestra gestión), ¿Qué debo hacer para entregarle a mi cliente lo que espera y cumplir mi promesa? (para definir las actividades o procesos claves de mi gestión a fin de hacer tangible la propuesta de valor al cliente). Una vez definida la propuesta de valor se aclara toda una serie de prioridades para nuestra gestión. Así mismo, obtenemos una guía para identificar los elementos en los cuales tenemos una mayor posibilidad y capacidad para diferenciarnos. Si logramos ser sobresalientes o distintos en la forma de entregar uno o dos elementos claves de la propuesta de valor, ya estamos en el terreno de la diferenciación. La propuesta de valor es una manera de hacer explícito nuestro entendimiento de los clientes, nuestra forma de competir, y los rasgos que deseamos que nos diferencien de otros profesionales ante los ojos de las personas a quienes esperamos servir. Si bien es cierto que en cada oficio los elementos básicos de los productos o servicios que ofrece un profesional independiente son similares y necesarios (consideremos el caso de un médico dermatólogo), siempre existen espacios para diferenciarse y hacer de la experiencia del cliente algo memorable que motive su preferencia y lealtad. (Una herramienta adicional que sugiero para esta reflexión es el siguiente escrito sobre Estrategia competitiva).

¿Qué capacidades y recursos necesito? Este es el momento del proceso en el cual es relevante identificar los recursos y competencias necesarios para llevar a cabo la estrategia definida. Un primer concepto útil para responder esta pregunta es el de los llamados pilares estratégicos. Ellos hacen referencia a aquellos aspectos en los cual es necesario buscar la excelencia como profesional independiente para implementar con éxito la estrategia definida y, en particular, para entregar la propuesta de valor estructurada para los clientes. En otras palabras, son las fortalezas que necesitamos construir de cara a ejecutar nuestra estrategia, y desde las cuales tenemos intención de diferenciarnos para competir, a fin de alcanzar nuestra aspiración. Además de lo anterior, esta pregunta nos invita a poner de presente, en forma clara y concreta, aquellos elementos que serán necesarios para hacer explícita nuestra estrategia competitiva, y presentar con confianza a los clientes nuestra promesa de valor. Estos elementos incluyen intangibles como conocimiento, experiencia, reputación y legitimidad (títulos o certificaciones formales, por ejemplo), y tangibles como infraestructura, herramientas de trabajo, tecnología, mercadeo, entre otros. Este inventario de capacidades y recursos es importante, finalmente, para dimensionar las necesidades económicas para poner en marcha de nuestra estrategia. En términos de recursos, es normal no contar con todos los necesarios desde el principio, pero si es definitivo entender muy bien la forma de conseguirlos y su orden de prioridad. En cuanto a las capacidades o competencias profesionales requeridas, es crítico tenerlas claras para procurar cerrar las brechas de mayor importancia en el menor tiempo posible. En la respuesta a esta pregunta es pertinente, igualmente, incluir la identificación de los aliados que necesitamos para llevar a cabo nuestra estrategia, y aquello que concretamente necesitamos de cada uno de ellos. 

¿Qué actitudes y hábitos son claves para ejecutar mi estrategia? La cultura de una organización es un conjunto de hábitos, actitudes y comportamientos de sus integrantes, el cual caracteriza la forma de hacer las cosas en ella. La cultura es una aliada clave de la estrategia, y cuando no está alineada la primera a las necesidades de la segunda, se reducen sustancialmente las probabilidades de éxito en el proceso de ejecución estratégica y, por tanto, en el logro de los resultados deseados (algunas ideas adicionales sobre la relación Estrategia y cultura organizacional en este enlace). La situación para un profesional independiente no dista mucho de lo descrito para una organización. En esta pregunta, entonces, es de interés identificar esa forma en la que debemos hacer las cosas, que acompañe y sea compatible con las necesidades de nuestra estrategia, a fin de implementarla efectivamente. En la lista deben estar incluidos, por ejemplo, aquellos hábitos deseables, con énfasis en los más importantes por desarrollar, y las actitudes y comportamientos necesarios en la cotidianidad, así como aquellos no aceptables en tanto van en contravía de nuestro planteamiento estratégico. Un profesional de la salud, por ejemplo, que desea diferenciarse por su conocimiento y actitud de servicio, podría considerar conveniente cultivar el hábito de la lectura, para mantenerse actualizado, y observar cuidadosamente su comportamiento en el trato con sus pacientes, evitando también la impuntualidad. En otro caso, un conferencista profesional quizás identifique la necesidad de cuidar sus hábitos de salud, los cuales incluyen horas de sueño para contar con una mente lúcida y espacios de ejercicio para mantener la condición física, a fin de brindarle a su audiencia la mejor experiencia en cada presentación.

¿Cuáles son mis valores claves para lograr las actitudes y hábitos que necesito? En las organizaciones, una vez identificados los rasgos deseables en su cultura a partir de la estrategia, se escogen los valores, que expresan aquello en lo que cree profundamente la organización y desde los cuales se soportan y motivan los comportamientos deseados en la cultura. Todos los valores son buenos, sin embargo, hay algunos que tienen mayor relación con la cultura deseada. Por ello, en la lista de valores de una organización suelen aparecer tan solo 4 o 5, en cuya difusión y comunicación está puesto el énfasis dada su relación más cercana con la cultura objetivo y la estrategia. En el caso de los profesionales independientes, una vez definidas las actitudes y hábitos deseables, es posible entonces escoger un grupo muy específico de valores que motivarán nuestro comportamiento y que representan aquellas cualidades más elevadas por las cuales queremos que nos reconozcan. Hacia nuestro interior, esos valores significan compromisos inquebrantables cuyo cumplimiento es indispensable para ser exitosos y sentirnos satisfechos con nuestra estrategia. Son los “no negociables” con nosotros mismos. Responsabilidad, respeto, honestidad, gratitud, tolerancia, disciplina, prudencia, justicia, amistad y empatía son algunos ejemplos de ellos.

¿Cómo voy a medir mi progreso? En este momento hemos logrado estructurar, de manera ordenada y metódica, nuestra estrategia profesional. Tenemos identificados elementos fundamentales en ella: nuestra razón de existir como profesionales y lo que queremos lograr, la compatibilidad de nuestra estrategia profesional con nuestra vida integral, aquello a lo que nos vamos a dedicar en nuestro oficio y nuestras renuncias, la propuesta de valor a nuestros clientes que nos permitirá diferenciarnos y competir así como los recursos necesarios para entregarla con éxito, la forma en la que debemos hacer las cosas y las convicciones que la respaldan. Una vez nos decidimos por esta hoja de ruta, y nos aventuramos a su implementación, se vuelve de la mayor relevancia conservar el sentido crítico, para evitar el triunfalismo sin caer en el escepticismo, y preguntarnos permanentemente como vamos. Nuestra sensación de satisfacción será la métrica general más relevante (para una reflexión a este respecto, recomiendo mi artículo “¿Estoy feliz en mi trabajo?”). Para complementarla, y acompañarla de pragmatismo gerencial, será importante contar con indicadores cuantitativos relacionados con temas claves de gestión administrativa. Así entonces, es relevante hacer seguimiento a la dinámica de nuestra generación de ingresos como factor clave de sostenibilidad, observar el crecimiento en cada tipo de actividad o negocio elegido como una señal del mercado respecto a sus necesidades, indagar sobre la satisfacción de los clientes con la propuesta de valor definida para ajustarla a sus intereses cada vez con mayor precisión, y hacer seguimiento a la rentabilidad en cada producto o servicio para avanzar en el entendimiento de cuál es el mejor uso para nuestro tiempo. En la misma línea, es importante entender si eventualmente la inercia nos va llevando a concentrarnos en algunos productos o clientes, para revisar la conveniencia de esa situación y corregirla a tiempo si es del caso. Es fundamental cuidar el nivel de costos fijos de la operación, el cual siempre será deseable mantener al mínimo posible, e ir identificando oportunidades para modificarlos o reducirlos según se vaya dando el desarrollo de los negocios y la concentración en algunos de ellos. El capital de trabajo invertido en inventarios o crédito otorgado a los clientes es otro indicador clave. Las empresas se quiebran más por problemas de liquidez que por falta de rentabilidad. Por eso, es definitivo vigilar que contamos con el nivel de liquidez necesario para conservar la operación en marcha. Resultado de todo este proceso de análisis, empiezan a aparecer señales claras sobre actividades o negocios escogidos en los cuales eventualmente sea mejor no estar, pese a haberlo intentado, así como nuevas oportunidades que no visualizamos durante el proceso de formulación estratégica y que puede ser interesante analizar. Estas son algunas pautas comunes en las empresas para el seguimiento a la estrategia y a sus negocios. Aun cuando todo esto nos puede sonar lejano o complejo, siempre será clave tener presente que, para el caso de los profesionales independientes, nosotros somos nuestra propia empresa.

Cierro esta segunda entrega con gratitud por su atención y con una cordial invitación a leer la primera parte de este artículo en el siguiente enlace: Profesionales independientes: ¿Cómo definir nuestra estrategia? – Parte I – Modelo general, así como la tercera parte, Profesionales independientes: ¿Cómo definir nuestra estrategia? – Parte III Escogencia de negocios y claves para ejecutar nuestra estrategia, la cual pronto estará disponible.

Pensamiento estratégico para profesionales independientes – Parte I: Conceptos y herramientas para definir una estrategia sostenible y armónica con nuestra vida.

Reflexiones, desde la experiencia, para aquellos constructores de nuestro propio empleo.

MBA para generalistas y especialistas

El MBA es un programa de naturaleza generalista, posterior al cual es posible especializarse siguiendo diversos caminos.

El programa de posgrado de maestría en administración de empresas, conocido como MBA por su sigla en inglés (Master of Business Administration), es uno de los más apetecidos y populares entre profesionales de distintas disciplinas. En la actualidad, la oferta de dicho programa a nivel internacional es amplia en términos de modalidades, énfasis, costo y perfiles de sus estudiantes, entre otras variables.

He tenido la oportunidad de acercarme al mundo del MBA desde cursar dicho programa en dos ocasiones (uno de tiempo completo en Colombia y otro en versión ejecutiva en el exterior), como catedrático en el área de estrategia en universidades que lo ofrecen (Universidad de los Andes y Universidad Eafit en Colombia), y a nivel profesional compartiendo retos con ejecutivos egresados del mismo. Desde esa experiencia, planteo las siguientes reflexiones para aquellos que están considerando un MBA como alternativa educativa, o incluso para quienes ya lo cursan y llegaron a él sin algunas claridades acerca del propósito del programa.

El programa de MBA es, por definición, una formación en temas administrativos y gerenciales de naturaleza generalista. Su característica es precisamente ofrecer en el pensum un amplio abanico de temas con los cuales los estudiantes alcanzan una formación integral de mediana profundidad. Es común que los programas ofrezcan algunas materias electivas que le permiten precisamente a cada participante profundizar en algunas áreas de su interés. Por ese motivo, los egresados de un MBA no son típicamente especialistas en algún tema de la administración producto de su título. De hecho, una motivación frecuente de quienes cursan el programa es ampliar su conocimiento general alrededor de temas de negocios (en procura de algo así como “des-especializarse”), y mejorar así las posibilidades en términos del desarrollo de su carrera en el ámbito corporativo o de su emprendimiento, por ejemplo.

He evidenciado, sin embargo, la preocupación de algunos estudiantes y egresados por la mirada relativamente superficial que en un MBA se da a algunos temas. Tal situación tiene solución. Diversos caminos le permiten a un egresado de un MBA avanzar a especializarse en un área puntual de la administración, algunos de ellos son:

–         Experiencia: Aprender haciendo es una excelente opción para desarrollar experticia en alguno de los campos de la administración. Buscar oportunidades en ámbitos nuevos respecto a los recorridos dentro de una organización es una posibilidad legítima para un egresado de un MBA que planea hacer carrera en una empresa.

–         Estudios de especialización: Es común que alguien que cursa un programa de especialización en algún área del conocimiento en administración opte posteriormente a cursar un MBA para obtener una visión más amplia y general del mundo gerencial. Aún así, sería perfectamente comprensible también que un egresado de un MBA decida posteriormente cursar un programa de especialización en un área de su interés.

–         Cursos de educación ejecutiva y diplomados: Son una alternativa para lograr, en un tiempo corto y de manera muy efectiva, conocimiento y competencias en un área específica. Además, son una opción menos costosa que hacer otro posgrado y ayudan a legitimar, de manera formal, las competencias de quienes los toman.

–         MOOCS (Massive open online course): Los cursos en línea (conocidos como Moocs por su sigla en inglés), son una alternativa moderna, en muchas ocasiones gratuita, para adquirir herramientas específicas de conocimiento pertinentes para el desarrollo profesional, algunos con la formalidad de un certificado, otros no. Dos interesantes plataformas de este tipo de cursos son Coursera (www.coursera.org), y la plataforma de LinkedIn, Lynda (www.lynda.com). Para temas más específicos, y menos comunes en las aulas tradicionales de clase, la plataforma “Learning” de LinkedIn ofrece cursos muy cortos y prácticos a un costo razonable, algunos gratuitos.

–         Lectura: Ser autodidacta, mediante la lectura de libros especializados y publicaciones periódicas, es otra excelente alternativa para ganar competencias más profundas en áreas puntuales (vale decir que en muchos casos no hace falta leer, simplemente escuchar libros o los llamados “podcasts”, u observar material multimedia). Así mismo, el conocimiento publicado por parte de universidades y de firmas consultoras especializadas es una buena fuente para mantenerse al día. En el área de estrategia, por ejemplo, recomiendo las publicaciones de Harvard Business Review (www.hbr.org), de McKinsey (www.mckinsey.com) y de Strategy + Business de Strategy&, división de PwC (www.strategy-business.com).

A la pregunta de cuál de las alternativas anteriores es mejor (que se suman a otras no mencionadas y quizás existentes), mi respuesta es que todo depende del nivel de profundidad deseado, de la velocidad requerida para la adquisición de competencias, de la disponibilidad de recursos económicos y de tiempo, de las competencias en idioma Inglés (muy importante para formarse en temas de negocios), y de la formalidad y legitimidad requerida (por ejemplo, tipo de programa y de institución, duración, modalidad, certificación, entre otros). Para una perspectiva adicional respecto a este tema, recomiendo la lectura del artículo de Dorie Clark publicado en Harvard Business Review, “Do You Need a Formal Degree, or Will a MOOC Do?”

Cerrar brechas y vacíos de conocimiento una vez concluido el MBA es posible y necesario. El MBA es una plataforma amplia donde se aprende a aprender, donde se presenta el bosque sin detallar los árboles, en el cual descubrimos aquellos temas de la gerencia que más nos interesan, así como aptitudes que no habíamos identificado por no haber estado expuestos desde la experiencia profesional a tales asuntos.

Los tiempos actuales invitan a que cualquier profesional, en cualquier disciplina, con o sin estudios de posgrado como un MBA, conserve la curiosidad por aprender y por lo tanto explore cualquiera o varias de las alternativas aquí mencionadas para mantenerse vigente y estar a la vanguardia en su área de interés. Con todos los recursos disponibles, y de fácil acceso, no hay excusa para no hacerlo.

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